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      En el 2006 comencé a querer apartarme de la figura humana como tema central. Quise entonces buscar un origen, un principio de mi percepción del mundo. Inevitablemente me fui a Cádiz. El blanco en la luz, el negro en la sombra. La mayoría de las obras que surgieron de este principio pertenecían al lugar donde crecí, pero resultaron ser paisajes de cualquier lugar de “nuestro” mundo, paisajes artificiales, jardines que muy pocos sabemos a donde pertenecen; césped, setos, bordillos; espacios en definitiva, creados por el hombre para su idea de protección, lugares para un hombre atrincherado. Fueron cuadros compuestos a partir de zonas de expresión separadas, divisiones atrapadas de un objetivo fotográfico, que cercan zonas impulsivas, evasivas, miméticas, imaginadas. Después de hacer un surco en el suelo de tanto entrar y salir de casa de mis padres, me afinqué con cierta profundidad en la tierra que hay debajo de lo que hacemos, y el jardín se fue quedando solo. El cielo lo apagó y lo transformó en perfil para una zona negra oscura; un cielo de cemento y fuego. Algunos cuadros se sitúan, tensos, en un momento antes de un cambio (tormenta, explosión), en otros en cambio la tormenta ya ha pasado. Ocurrida la explosión o la tormenta a la tierra parece haberle pasado un gigantesco arado. Poco más que los árboles se sostienen. Los que sobrevivimos, casi todos, buscamos cobijo en el exterior, entre los árboles, en el río, bajo el cielo. 

                                                                                                                                                     manolo sierra, Albons 2010

© Manolo Sierra. Para uso de imágenes, contacte conmigo.